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miércoles, 31 de octubre de 2012

¿Qué poblaciones viven en el ecosistema Humedal? Flora

La vegetación de los humedales es variada. Dado que los humedales son zonas anegadizas (que se inundan fácilmente o muy frecuentemente) que pueden ser temporales o permanentes y a su vez pueden ser de agua dulce, salobre o saladas, las condiciones ambientales que se producen son variadas, generando una alta diversidad. Por ejemplo, en los pantanos de Centla, punto de desembocadura del río Usumacinta y el río Grijalva, se han identificado 10 comunidades vegetales distintas. Estas comunidades incluyen popales y tulares, que son enormes plantas similares a pastos acuáticos como la caña de azúcar. Los tulares se extienden a través de grandes áreas y proveen hábitat a muchas especies animales. Otro ejemplo son zonas de árboles que constituyen manchones de selvas medianas que están adaptadas a resistir inundaciones temporales. Se calcula que en estos pantanos viven alrededor de 400 especies diferentes de plantas.
Entre las especies más famosas de peces de esa zona está el llamado peje lagarto. Centla también es hogar de especies amenazadas por la extinción tales como el manatí, el mono aullador, tortugas de agua dulce y aves llamadas “chocolateras” de bello plumaje rosado.
Otro ejemplo importante para ilustrar la flora y fauna de los humedales costeros es Marismas Nacionales, en Sinaloa y Nayarit. Aquí, la vegetación es predominantemente de manglar, aunque también existen plantas adaptadas a vivir en dunas o zonas de alta concentración salina. Los manglares son áreas con plantas llamadas mangle de largas raíces y troncos que se extienden desde por debajo del nivel del agua hasta 1 o 2 metros por encima de ella; nacen en aguas saladas poco profundas y producen hojas pequeñas y muy gruesas ya que a través de ellas eliminan las sales que absorben del agua. Existe mangle blanco, mangle rojo y mangle negro, dependiendo de la coloración del tallo. La vegetación en general consisten en especies de plantas que están adaptadas para vivir en zonas costeras inundables con variaciones en salinidad, cambios de nivel de agua y suelos pobres en oxígeno. Esta extensa región, con manglares que cubren una superficie de 113,248 hectáreas, es hogar de grandes animales como el jaguar y el cocodrilo. Adicionalmente, esta región, como prácticamente todos los humedales costeros e interiores, son refugio invernal para miles de especies de aves migratorias. Las aves migratorias vienen la mayoría de Estados Unidos y Canadá para buscar refugio durante los meses de invierno, algunas de ellas para reproducirse. 

miércoles, 24 de octubre de 2012

LAS INUNDACIONES Y LA BIODIVERSIDAD EN HUMEDALES. UN ANALISIS DEL EFECTO DE EVENTOS EXTREMOS SOBRE LA FAUNA SILVESTRE


Los humedales se hallan entre los ecosistemas más productivos y de mayor importancia ecológica
del planeta (Mitsch y Gosselink, 1986). Esto se debe a que gran parte de su superficie está
temporaria o permanentemente anegada o inundada a lo largo del año, lo que determina que
posean una elevada productividad y que desempeñen un importante papel funcional en numerosos
fenómenos y procesos naturales (IUCN, 1990). Por otra parte, albergan una biota particularmente
rica y abundante tanto en especies vegetales como animales, muchas de las cuales constituyen
recursos esenciales para el hombre.
Según la IUCN (1990), las 39 categorías de humedales existentes pueden ser agrupadas en 7
grandes unidades del paisaje terrestre las que, en sí mismas, son humedales o bien donde estos
últimos constituyen un importante componente. Entre ellas se destacan particularmente las planicies
aluviales o llanuras de  inundación de los grandes ríos del mundo.
En sistemas de este tipo, río-planicie aluvial (RPA), el pulso de inundación es el principal factor o
fuerza conductora, responsable de la existencia, productividad e interacciones de la biota
predominante. De acuerdo a las condiciones climáticas, geomorfológicas e hidrológicas que
determinan dichos pulsos, éstos pueden presentar un amplio rango de variación en cuanto a su
duración y  predictibilidad (Junk et al., 1989).
En los sistemas RPA, todos los años se producen uno o más pulsos de agua y sedimentos,
afectando íntimamente la organización de las comunidades naturales (Neiff, 1990; Neiff et al.,
1994). Gran parte de los componentes bióticos de éstas presentan, en consecuencia, adaptaciones
anatómicas, morfológicas, fisiológicas y/o etológicas que les permiten sobrevivir y reproducirse
en dichos sistemas, pudiendo algunos de ellos, ser más o menos suceptibles de acuerdo al tiempo
transcurrido desde el último evento.
En ocasiones, sin embargo, se producen eventos inusuales que presentan características extremas
en cuanto a su intensidad, duración y/o distribución (relacionada, esta última, con la proporción
de superficie afectada). Dichas inundaciones son consideradas infrecuentes (si nuestra escala de
análisis considera ciclos temporales relativamente cortos) y, por lo tanto, no son predecibles
provocando consecuencias catastróficas para el ambiente físico y biológico (White y Pickett, 1985;
Junk et al., 1989).
Desde el punto de vista físico, pueden afectar la composición y la organización del mosaico de
paisaje fluvial, dejando trazas de larga duración en su morfología (Bravard y Gilvear, 1996). Este
hecho puede determinar una modificación profunda del sistema que lo lleve, incluso, a otro estado
con la consiguiente desaparición y/o reemplazo de ciertas comunidades bióticas o de algunas de
las especies que las constituyen.
En este trabajo pretendemos introducirnos en el análisis del papel que tienen los eventos de
inundación regulares y, particularmente, los inusuales, en la organización y estructuración de las
comunidades de fauna silvestre asociadas a los sistemas de humedal. Para ello utilizaremos,
como caso de estudio, lo ocurrido con el evento de inundación de 1982-83 en la zona de islas del
Departamento Victoria (Provincia de Entre Ríos, Argentina).

miércoles, 17 de octubre de 2012

La situación ambiental del área costera de la Bahía Blanca: un análisis cualitativo a través de sus paisajes


Las zonas costeras al ser ambientes donde se manifiestan las interacciones y acciones de dos dominios totalmente diferentes, el marino y el terrestre, poseen una notable riqueza y numerosas ventajas. Es por este motivo que representan uno de los sitios de nuestro planeta más codiciados para la instalación humana. Esto sumado a la fragilidad propia de estas áreas conduce a que los problemas ambientales y las amenazas sean aquí más numerosos.
La franja costera de la bahía Blanca no ha permanecido ajena a esta tendencia. El avance permanente del área industrial y portuaria ha derivado en una degradación importante del medio natural. El paisaje al constituir la parte visible del espacio geográfico se convierte en un objeto de fundamental
importancia al momento de evaluar la situación ambiental de un territorio. Para su análisis se aplicó la metodología propuesta por los autores Bovet Pla y Ribas Vilás, adaptada por los integrantes del Proyecto de Investigación “El desarrollo local en espacios urbanos, periurbanos y rurales del Suroeste
Bonaerense” (Zinger y Otros), perteneciente a la Universidad Nacional del
Sur. Asimismo, a partir de los datos obtenidos se determinaron las zonas de
riesgo y las amenazas bajo las cuales se encuentra el área.


Las diversas ventajas de la zona costera de la bahía Blanca fueron un incentivo para la instalación a fines del siglo XIX y principios del siglo XX de dos importantes puertos: Ingeniero White y Galván. Los trabajos
efectuados a fin de acondicionar el área implicaron una gran transformación del medio natural del área, la cual se vio acelerada por el establecimiento de diversas actividades industriales.
El paisaje al constituir la parte visible del espacio geográfico se convierte en un objeto de fundamental importancia al momento de evaluar la situación ambiental de un territorio, ya que a través de él se pueden identificar problemas ambientales así como determinar zonas de riesgo con mayor o menor grado de criticidad. En el caso de la presente investigación se analizaron los paisajes desde cuatro puntos de observación ubicados sobre la franja costera de la bahía Blanca, con el objetivo de detectar las amenazas y las vulnerabilidades del área, caracterizar el deterioro ambiental, reconocer los conflictos ambientales que afectan al sector y confeccionar la cartografía de síntesis que facilite la toma de decisiones en la mitigación y prevención de riesgos.
La metodología empleada corresponde a los autores Bovet Pla y Ribás Vila, adaptada por los integrantes del Proyecto de Investigación “El desarrollo local en espacios urbanos, periurbanos y rurales del Suroeste Bonaerense” (zinger y otros), de la Universidad Nacional del Sur.

miércoles, 10 de octubre de 2012

EL VALOR DE LOS HUMEDALES COSTEROS

Más de un tercio de la población mundial vive en zonas costeras y pequeñas islas, aunque en realidad ellas sólo cubren de manera efectiva el 4% del área continental de nuestro planeta. La densidad de población en las costas triplica la que existe en el interior de los continentes y se está incrementando en forma exponencial. Otro dato a tener en cuenta es que 60 de las 100 ciudades más populosas del mundo se encuentran sobre las costas. Esto demuestra de por sí que existe una fuerte migración desde los campos hacia las ciudades y que esa migración se realiza hacia las áreas costeras de los continentes.
El resultado de este paulatino, pero acelerado, desbalance en la distribución de la población tiene un fuerte impacto sobre la sustentabilidad a largo plazo de los habitantes que dependen de los ecosistemas costeros y de los servicios que ellos proveen, tales como protección contra tormentas, producción pesquera o calidad de las aguas para consumo o entretenimiento. Más allá del consenso que existe sobre la importancia de estos ambientes, la degradación y pérdida de ecosistemas costeros es muy intensa y se incrementa globalmente. Por ejemplo, en las últimas tres décadas se han perdido o degradado el 50% de las marismas, 35% de los manglares y 30% de los arrecifes (fundamentalmente coralinos).
Cuando se consideran los valores intrínsecos de una propiedad se toman en cuenta aspectos tales como la superficie del lote, ubicación y número y calidad de servicios a los que tiene acceso. Cualquiera que haya averiguado o adquirido propiedades en zonas costeras, especialmente en balnearios, puede aseverar cómo los valores se incrementan significativamente con la cercanía al mar. Sin embargo, no ocurre lo mismo cuando se trata de valuar a un humedal costero. Lo que en la zona de Bahía Blanca se denomina comúnmente “cangrejales”, desde un punto de vista inmobiliario, tiene un valor muy por debajo de una propiedad frente al mar en lugares como Mar del Plata, Monte Hermoso o Puerto Madero.
Sin embargo, la relación entre la estructura del ecosistema, su función y su valor económico es un factor esencial cuando se deben tomar decisiones referidas al manejo y ordenamiento costero. Existe una concepción equivocada según la cual un ambiente carente de atractivo turístico o condiciones adecuadas para desarrollos urbanísticos o industriales carece de valor socio-económico, o que éste es despreciable en comparación a los que ofrecen los últimos. Ello se debe a que son muy escasos los estudios que se han realizado a los efectos de evaluar el valor de los humedales costeros.
En numerosos países, particularmente en el sudeste de Asia y en Ecuador, se han eliminado grandes extensiones de manglares para dedicarlas a acuacultura de langostinos. El resultado ha sido desastroso tanto desde el punto de vista ecológico como por las pérdidas económicas y sociales que ello ha significado. Los manglares cumplen un papel de protección costera fundamental, por ejemplo ante grandes tormentas (huracanes, tifones) o tsunamis, y ello es también válido para otros humedales como las marismas o los pastos marinos. De hecho, las zonas más perjudicadas durante el recientetsunami en el sudeste asiático fueron justamente las zonas donde se produjo esa transformación ambiental. Por ejemplo, se demostró recientemente que el valor de la protección costera que dan los manglares aumentan de 0 a u$s 18 millones en relación con el área (de 0 a 10 km2) (Barbier et al., 2008) mientras que el retorno comercial de la cría de langostinos se reduce en u$s 10 millones en el mismo rango de superficial de 0 a 10 km2).
En Argentina, así como en la mayor parte de los países en desarrollo, se le da escasa importancia al valor real de los humedales costeros a pesar de que estos ambientes son el núcleo de la cadena alimentaria para la mayoría de las especies comerciales que se pescan en nuestras costas. El aporte de nutrientes que además realizan hacia la plataforma continental apoyando la alimentación de otras especies es enorme. Sumado a ello, los humedales costeros son de valor como sitios de alimentación de las aves migratorias o bien como sistemas de protección temprana ante el ascenso del nivel medio del mar. En efecto, el mantenimiento de nuestros humedales costeros resulta de vital importancia para evitar la inundación de puertos y ciudades costeras siempre y cuando se permita que ellos crezcan a un ritmo al menos igual al del nivel del mar.
Es lamentable que estos aspectos no sean considerados dentro de los proyectos de investigación en los que la participación de economistas o sociólogos especializados en medio ambiente es esencial. Esto es esencial no sólo para definir el valor intrínseco del humedal, sino para definir las posibles estrategias que conduzcan a un mejor manejo y ordenamiento de los humedales costeros. Finalmente, se debe lograr una integración con quienes tienen la responsabilidad de tomar decisiones (legisladores, órganos de gobierno, etc.) a los efectos de lograr las leyes necesarias para alcanzar una adecuada administración de estos ambientes.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Los humedales y el cambio climático


Todavía faltan unos días pero me pareció un excelente tema como para comenzar el año. La cuestión: el cuidado y la protección de los humedales, reservas de agua vitales para el planeta.
Pattie Rodelli / Proteger
Pattie Rodelli / Proteger
Como seguramente ya saben el 2 de febrero es el día mundial de estos lugares, cuya categoría de protección se denomina sitio Ramsar. Para este año la convención estableció como lema: “Cuidar los humedales, una respuesta al cambio climático” y trata de llamar la atención sobre la relación entre estos sistemas naturales y el cambio global.
Los humedales son valorados como fuentes de agua, recarga de acuíferos, criaderos naturales de peces y reservorios de diversidad biológica y cultural, entre otras irremplazables funciones; ahora necesitan ser reconocidos como aliados indispensables en la mitigación de los impactos negativos del cambio climático sobre las cuencas hídricas y los asentamientos humanos”, señalaron en Proteger, la más destacada ONG argentina en este tema.
  • Los humedales son zonas en las que el agua es el principal factor que controla tanto el ambiente como la vida vegetal y animal relacionada con él. Son de diferente tipo y conocidos con diferentes nombres: esteros, bañados, lagunas, albuferas, arroyos, ríos, islas inundables, madrejones, pantanos, manglares, estuarios, deltas, etc. Pueden ser de aguas saladas, salobres o dulces, temporarios o permanentes. Los humedales son ecosistemas de una rica diversidad y productividad biológica, que albergan especies animales y vegetales acuáticas y terrestres. También son ambientes frágiles y amenazados, actualmente con alto riesgo de deterioro y degradación.
Los humedales ahora necesitan ser reconocidos como aliados indispensables en la mitigación de los impactos negativos del cambio climático sobre los ecosistemas naturales, las cuencas hídricas y los asentamientos humanos en todo el planeta”, señaló Jorge Cappato, director general de Proteger.
Si logramos conservar mejor la integridad de los ecosistemas de humedales y las funciones que gratuitamente cumplen en favor de la sociedad humana, estaremos también mejor preparados para resistir desastres agravados por el cambio climático, como en los casos de sequías extremas e inundaciones extraordinarias, que antes existieron pero que ahora parecen haberse vuelto más frecuentes”, indicó Cappato –quien también es punto focal para la Argentina del programa de Comunicación, Educación y Concienciación Pública (CECoP) de la Convención Ramsar.