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miércoles, 10 de octubre de 2012

EL VALOR DE LOS HUMEDALES COSTEROS

Más de un tercio de la población mundial vive en zonas costeras y pequeñas islas, aunque en realidad ellas sólo cubren de manera efectiva el 4% del área continental de nuestro planeta. La densidad de población en las costas triplica la que existe en el interior de los continentes y se está incrementando en forma exponencial. Otro dato a tener en cuenta es que 60 de las 100 ciudades más populosas del mundo se encuentran sobre las costas. Esto demuestra de por sí que existe una fuerte migración desde los campos hacia las ciudades y que esa migración se realiza hacia las áreas costeras de los continentes.
El resultado de este paulatino, pero acelerado, desbalance en la distribución de la población tiene un fuerte impacto sobre la sustentabilidad a largo plazo de los habitantes que dependen de los ecosistemas costeros y de los servicios que ellos proveen, tales como protección contra tormentas, producción pesquera o calidad de las aguas para consumo o entretenimiento. Más allá del consenso que existe sobre la importancia de estos ambientes, la degradación y pérdida de ecosistemas costeros es muy intensa y se incrementa globalmente. Por ejemplo, en las últimas tres décadas se han perdido o degradado el 50% de las marismas, 35% de los manglares y 30% de los arrecifes (fundamentalmente coralinos).
Cuando se consideran los valores intrínsecos de una propiedad se toman en cuenta aspectos tales como la superficie del lote, ubicación y número y calidad de servicios a los que tiene acceso. Cualquiera que haya averiguado o adquirido propiedades en zonas costeras, especialmente en balnearios, puede aseverar cómo los valores se incrementan significativamente con la cercanía al mar. Sin embargo, no ocurre lo mismo cuando se trata de valuar a un humedal costero. Lo que en la zona de Bahía Blanca se denomina comúnmente “cangrejales”, desde un punto de vista inmobiliario, tiene un valor muy por debajo de una propiedad frente al mar en lugares como Mar del Plata, Monte Hermoso o Puerto Madero.
Sin embargo, la relación entre la estructura del ecosistema, su función y su valor económico es un factor esencial cuando se deben tomar decisiones referidas al manejo y ordenamiento costero. Existe una concepción equivocada según la cual un ambiente carente de atractivo turístico o condiciones adecuadas para desarrollos urbanísticos o industriales carece de valor socio-económico, o que éste es despreciable en comparación a los que ofrecen los últimos. Ello se debe a que son muy escasos los estudios que se han realizado a los efectos de evaluar el valor de los humedales costeros.
En numerosos países, particularmente en el sudeste de Asia y en Ecuador, se han eliminado grandes extensiones de manglares para dedicarlas a acuacultura de langostinos. El resultado ha sido desastroso tanto desde el punto de vista ecológico como por las pérdidas económicas y sociales que ello ha significado. Los manglares cumplen un papel de protección costera fundamental, por ejemplo ante grandes tormentas (huracanes, tifones) o tsunamis, y ello es también válido para otros humedales como las marismas o los pastos marinos. De hecho, las zonas más perjudicadas durante el recientetsunami en el sudeste asiático fueron justamente las zonas donde se produjo esa transformación ambiental. Por ejemplo, se demostró recientemente que el valor de la protección costera que dan los manglares aumentan de 0 a u$s 18 millones en relación con el área (de 0 a 10 km2) (Barbier et al., 2008) mientras que el retorno comercial de la cría de langostinos se reduce en u$s 10 millones en el mismo rango de superficial de 0 a 10 km2).
En Argentina, así como en la mayor parte de los países en desarrollo, se le da escasa importancia al valor real de los humedales costeros a pesar de que estos ambientes son el núcleo de la cadena alimentaria para la mayoría de las especies comerciales que se pescan en nuestras costas. El aporte de nutrientes que además realizan hacia la plataforma continental apoyando la alimentación de otras especies es enorme. Sumado a ello, los humedales costeros son de valor como sitios de alimentación de las aves migratorias o bien como sistemas de protección temprana ante el ascenso del nivel medio del mar. En efecto, el mantenimiento de nuestros humedales costeros resulta de vital importancia para evitar la inundación de puertos y ciudades costeras siempre y cuando se permita que ellos crezcan a un ritmo al menos igual al del nivel del mar.
Es lamentable que estos aspectos no sean considerados dentro de los proyectos de investigación en los que la participación de economistas o sociólogos especializados en medio ambiente es esencial. Esto es esencial no sólo para definir el valor intrínseco del humedal, sino para definir las posibles estrategias que conduzcan a un mejor manejo y ordenamiento de los humedales costeros. Finalmente, se debe lograr una integración con quienes tienen la responsabilidad de tomar decisiones (legisladores, órganos de gobierno, etc.) a los efectos de lograr las leyes necesarias para alcanzar una adecuada administración de estos ambientes.

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